martes, 26 de marzo de 2013

LA PRIMAVERA EN CAMBRE



24.03.2013 | 02:24 
 
JULIÁN HERNÁNDEZ ES EL MÚSICO DE REFERENCIA DE SINIESTRO TOTAL Y VECINO DE CAMBRE Hay cosas que definen los lugares, los tiempos y las gentes que los habitan. Y hay espacios, como Cambre, donde los árboles son cruciales para que el visitante, el nativo y el venidero (el residente no nativo) sepa siempre dónde se halla. Así, en estos días, la subida desde la estación del tren hasta la iglesia de Santa María (siglo XIII) contempla la mutilación de sus emblemáticos plátanos de sombra. Una mutilación anunciada y vendida por la autoridad local como poda; y que efectivamente lo es, pero es una poda salvaje, técnicamente conocida como terciado, que desgarra las ramas con maquinarias de deforestación difícilmente describibles y motosierras que rugen por las noches, como si de una película de serie B americana se tratara. Se abandona, pues, la práctica de la poda tradicional, ejecutada por expertos cada cierto tiempo, para dejar en manos de una empresa concesionaria (en sus máquinas se puede leer "1ª en España") una labor de difícil justificación estética y botánica que, de un plumazo y al cabo de un montón de años de abandono, soluciona los problemas que puedan ocasionar los pobres árboles simplemente porque crecen, algo que Dios así les dio a entender. En todo caso, y resumiendo, un arboricidio en toda regla.
Dejando de lado la patética chapuza cambresa con su riesgo de ramas tronzadas cayendo desde considerable altura al lado de cables y viviendas, los cortes de tráfico sin que la policía local se preocupe de su vigilancia, la inseguridad de los operarios trabajando sin las más mínimas condiciones de seguridad en condiciones climatológicas extremas, las molestias nocturnas para los vecinos y el incumplimiento de los bandos municipales en lo que a plazos se refiere, dejando de lado todo esto, decíamos, el terciado de los árboles de Cambre tiene otras interpretaciones. La carretera de la Estación tiene tres progenitores: la Diputación provincial, la Xunta de Galicia (versión Patrimonio) y el Concello de Cambre. La carretera, sus árboles y su ubicación: cada uno de ellos en manos de una administración. ¿Suena esto como algo conocido y/o extrapolable? ¿Si? ¿No? ¿Tal vez?
Alguien dirá, con toda la razón, que a quién le importan unos arbolitos, más o menos maltratados, en los tiempos que vivimos de crisis y golpe de estado financiero. Cierto es. Pero también es verdad que esto es un símbolo que representa muchas cosas: la tosca zafiedad de quienes nos gobiernan, la absurda atomización de las administraciones, el analfabetismo funcional de sus acciones y la desconsideración para con el patrimonio del pueblo por parte de agentes que simplemente ignoran la ética que implican sus cargos: una maraña de mequetrefes y zascandiles que nos ha llevado a la ruina.
Los árboles de Cambre son, ¡ay!, sólo un pálido reflejo de aquellas patadas a presos iraquíes, de esos desahucios, de este timo en el que vivimos.


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